Huente: La Voz del Sur
05 de mayo de 2025 a las 12:52h Actualizado a 07 de mayo de 2025 a las 07:19h
Cuando en el siglo XIX se intentó crear unas normas ortográficas para escribir en andaluz
A finales del siglo XIX los dos recopiladores de canciones populares y letras flamencas, Antonio Machado Álvarez (Demófilo) y Francisco Rodríguez Marín, se plantean la necesidad de establecer unas reglas ortográficas para reproducir por escrito el habla popular andaluza
Francisco de Borja García Duarte

Ya a finales del siglo XVIII, el cura de Colmenar (Málaga) Gaspar Fernández y Ávila quiso plasmar, de una manera intencionada, el habla popular de los pastores de su zona en el auto sacramental “La Infancia de Jesu-Christo”. Durante el siglo XIX son bastantes los literatos que quieren plasmar por escrito en sus obras las peculiaridades del habla andaluza. De hecho, durante el segundo tercio de ese siglo se puso de moda lo que se calificó como “género andaluz” en el que se incluyen comedias, sainetes, novelas de aventuras y un tipo de zarzuela “chica” conocida como zarzuelita andaluza. Los títulos de estas obras solían ir acompañados de coletillas como “juguete cómico andaluz”, “comedia andaluza”, “novela de costumbres andaluzas” o “zarzuela andaluza”. Es cierto que la mayoría de los autores de este género, lo que buscan en sus obras con el empleo gráfico de las características del habla andaluza es hacer más divertida la obra pero ese no es el caso de la poesía y la comedia costumbrista, donde el empleo de la grafía para representar el habla andaluza se hace para recoger la realidad del habla popular.
Las soluciones ortográficas utilizadas de una forma más general han sido: la pérdida de la d intervocálica –incluso algunos lo hacen a principio de palabra en determinados casos- y en la preposición de la representación del yeísmo con el empleo de la y en lugar de ll la representación del zezeo y el seseo; la reducción de b y v a b la aspiración de la h inicial, generalmente la procedente de la antigua f inicial latina, y que se suele representar con una j el rotacismo de r por i, (aunque a veces también se da a la inversa) ; la apostrofación; la pérdida de la final en los infinitivos; y la utilización de la h –y en algunos casos la z– para representar la s implosiva.
Más extraños son los ejemplos de otras características como el heheo, la geminación o el arrastre de la aspiración anterior a la palabra posterior, representado en este caso con j o z.
Muy pocos autores abordan el tema de la representación gráfica de las vocales abiertas, los que lo hacen las representan con un h final o, muy excepcionalmente, con un circunflejo sobre la vocal.
Es a finales del siglo XIX cuando los dos recopiladores de canciones populares y letras flamencas, Antonio Machado Álvarez (Demófilo) y Francisco Rodríguez Marín se plantean la necesidad de unas reglas ortográficas. En ellos dos encontramos los primeros intentos de elaborar un sistema ortográfico del andaluz. Se lamentaban de la carencia “de un sistema escrito que represente con exactitud las modificaciones fonéticas que se advierten en el lenguaje del pueblo andaluz” y tuvieron que elaborar ellos mismos unas mínimas reglas ortográficas que no les había proporcionado su amigo y conocido lingüista Hugo Schuchardt “quien habiendo comenzado un artículo sobre fonética andaluza, nos dejó como decirse suele, con la miel en los labios, sin proveernos de aquellos conocimientos que tan indispensables nos hubieran sido en esta ocasión, para aceptar un sistema de ortografía adecuado al dialecto que habla la gente de esta bendita tierra”.

Rodríguez Marín se da unas mínimas normas en “Cinco cuentezuelos populares andaluces” porque “a falta de él, [de un sistema ortográfico] voy, de pasada, a dar aquí unos breves apuntes sobre fonética andaluza”. Para él, las consonantes finales d, n, r, z y l se suprimen; la ll es y suele hacer la aspiración de f y h aunque es rara la aspiración de la s implosiva; sustituye la h muda, así como la b y v por g ante el diptongo ue o ante o; aparece r en lugar de d en los imperativos; b en lugar de g menos en posición inicial; la v siempre es b; algunas veces aparece i en vez de e y el grupo nm se transforma en rm.
Lo mismo le ocurre al recopilador de letras flamencas, Antonio Machado Álvarez (Demófilo), padre de los hermanos Machado (Antonio y Manuel). Las mínimas reglas ortográficas que elabora Demófilo vienen recogidas en su trabajo: Apuntes para un artículo literario. Así vemos como utiliza la y para expresar el yeísmo, la b para expresar el sonido b y v. Según el propio Demófilo, al andaluz “la pronunciación de la s como silbante le fastidia y enoja”. La h ante el diptongo [ue] suena como [gue]. Utiliza er tanto para la contracción de la preposición de y el artículo el, como para el artículo . Elimina la i, la r y la d finales acentuando la última vocal si la palabra es aguda. Aspira la h, que él representa con la j, y es general la pérdida de d intervocálica, incluso en la preposición de. Aunque quiso seguir en sus escritos esas mínimas reglas lo hizo sin mucha coherencia.
Al igual que le había pasado un siglo antes a Demófilo y Rodríguez Marín, le ha vuelto a suceder al filólogo y estudioso del léxico andaluz en las letras flamencas, Miguel Ropero Núñez, que se pregunta: «¿Es posible, por tanto, una escritura y una literatura en andaluz?… ¿Se podría elaborar una sistematización gráfica para el andaluz?». Ropero cree que es necesario, especialmente para el caso de las letras flamencas y para las que hace una mínima propuesta grafémica. Aunque cree “que la elaboración de un código ortográfico de este tipo no es labor de un solo individuo sino de un equipo de expertos”.
También Blas Infante, cuando escribe sus Cuentos de animales se encuentra con la dificultad de representar con el alfabeto castellano algunos sonidos que el pensador andalucista ya intuía como provenientes del dialecto árabe-andalusí: «El lenguaje andaluz tiene sonidos los cuales no pueden ser expresados en letras castellanas. Al ‘alifato’, mejor que al español, hay necesidad de acudir para poder encontrar una más exacta representación gráfica de aquellos sonidos. Sus signos representativos se los llevaron los árabes con su alfabeto dejándolos equivalentes en el alfabeto español. Tal vez hoy alguien se ocupa (?) en la tarea de reconstruir un alfabeto andaluz. Pero mientras tanto, es preciso valernos de los signos alfabéticos de Castilla”. Aquí Infante expresa la necesidad de que se elabore una ortografía andaluza propia.
Pero a pesar de todos estos intentos de sistematizar una ortografía para el dialecto andaluz, incluidos los llevados a cabo en los últimos años del siglo XX por la ZEA (Sociedad para el estudio del “andalú”) sigue habiendo diferentes propuestas a las que se han ido uniendo las aparecidas en estos últimos años como las conocidas como EPA o PAO. Quizás, si el lingüista Hugo Schuchardt les hubiera proporcionado a finales del siglo XIX a Demófilo y Rodríguez Marín, ese sistema para representar gráficamente el habla andaluza, hoy estaríamos viendo el tema del “andalú” de otra manera.